Tomás de Aquino fue un influyente filósofo y teólogo medieval, nacido en Italia en 1224~25. Es considerado uno de los pensadores más destacados de la escolástica, un movimiento intelectual que buscaba integrar la filosofía aristotélica con la teología cristiana. Su obra más influyente, la "Summa Theologica", escrita entre 1265 y 1274, empezada por Aquino y finalizada por sus discípulos tras su muerte. Aborda una amplia gama de cuestiones teológicas, éticas y filosóficas.
Conocimiento
Tomás de Aquino defiende que el objeto del conocimiento es la verdad, es decir, la adecuación entre la realidad y el entendimiento, y verdad solo hay una, que proviene de Dios. Dios existe y ha creado el mundo y todos los seres que habitan en él.
Para ello, establece unas relaciones entre fe y razón. A Dios se puede llegar por varios caminos, sin contradicciones, y la teología actúa a modo de árbitro. La filosofía es el método racional, a la que le corresponde el mundo natural. La fe es propia del mundo sobrenatural.
En cuanto al proceso del conocimiento, si el universo son sustancias, que se componen de materia y forma, conocer será captar las formas mediante la abstracción; pero todo conocimiento empieza por los sentidos:
Los sentidos captan los objetos particulares y registran la imagen, que aún tiene vestigios de particularidad, sólo tienen lo universal, la forma en potencia.
El entendimiento agente, por abstracción, extrae las formas, lo universal y pasa esas formas al entendimiento paciente, que conoce entonces las esencias necesarias de todos los individuos de la especie, los conceptos, que le permiten emitir juicios, desarrollar razonamientos y ciencia.
El entendimiento mira la imagen y reconoce en ella al individuo, al que puede aplicar el concepto universal. Esta es la forma más perfecta de conocimiento.
Realidad (Problema de Dios)
Tomás de Aquino define a Dios como el inicio y fin del universo, como el Ser, mientras que el resto somos seres. En el coinciden materia y forma, acto y potencia y esencia y existencia.
Demuestra la existencia de Dios desde la razón porque lo considera necesario, y además es posible. Todos podemos desde la razón llegar a la verdad de Dios. Para esto desarrolla 5 vías:
Vía del movimiento: A través de mis sentidos constato que todo tiene movimiento, ya que mueve y es movido por algo. Sin embargo, llegaríamos a una cadena infinita en la que hay que suponer que existe un motor que mueve, sin ser movido, Dios.
Vía de la causalidad eficiente: A través de mis sentidos constato que todo tiene una causa que lo ha producido y es distinta de sí mismo. Al analizar las causas de todo llegamos a una cadena infinita en la que hay que suponer la existencia de una causa eficiente primera, Dios.
Vía de la contingencia de los seres: Constato a través de mis sentidos que todos los seres son contingentes, no pueden darse vida a sí mismos y no son necesarios. Por tanto, debemos suponer la existencia de un ser que no puede no existir, Dios.
Vía de los grados de perfección: Constato a través de mis sentidos que existen grados de perfección y que nadie se da la perfección a sí mismo, por lo que suponemos que tendría que existir un ser infinitamente perfecto que dote de perfección a los demás, Dios.
Vía del orden cósmico: Constato a través de mis sentidos que todo tiene un orden, y que nada puede darse orden a sí mismo, por lo que tenemos que suponer la existencia de un ser ordenado que pueda dotar de orden al universo, Dios.
En cuanto a la naturaleza de Dios, Tomás de Aquino defiende que el hombre puede conocer a Dios a través de la razón, pero de una forma limitada. Sabemos que existe, pero no sabemos cómo es. Para intentar conocerlo algo más, propone dos vías:
Vía de la negación: Separamos de Dios todo lo que existe de los seres, como la imperfección.
Vía de la analogía: Afirmamos en Dios todo lo positivo en grado máximo.
De esta forma, podríamos afirmar algunos atributos de Dios, su característica fundamental es que en él esencia y existencia coinciden. Si es un existir puro, sin potencialidades que desarrollar, sin cambios posibles entonces es infinito, inmutable, eterno y posee todas las perfecciones.
Siguiendo a Aristóteles, Tomás de Aquino considera que el ser humano es una realidad de cuerpo y alma, una única realidad en la que el cuerpo es la materia y el alma es la forma. Pese a esto, hay una independencia, el alma no puede ser aniquilada con el cuerpo. Tomás de Aquino defiende que el alma es inmortal.
Define tres tipos de funciones del alma. Por un lado, las vegetativas (alimentación, reproducción), por otro lado, las sensitivas (irascibilidad, concupiscencia), y por último la intelectiva (conocimiento por abstracción), que es la específicamente humana y prima sobre la voluntad.
El objetivo de la moral es alcanzar la perfección propia de la naturaleza: la felicidad, siguiendo así a Aristóteles e Hipona. Para esto, defiende la aplicación de la ley natural como la ley moral. la ley natural es la proyección en el mundo de la ley divina, cuyo principio moral es “haz el bien, evita el mal”, donde bien es aquello a lo que todos tienden. Coincide con los Diez mandamientos. Y es también expresión de la propia naturaleza humana. Pero el ser humano es libre y puede o no seguir la ley moral.
El hombre es social por naturaleza. Esto requiere normas: ley positiva, reflejo de la ley natural Sus objetivos son: la paz, la moralidad y los bienes necesarios para vivir. Si las leyes son injustas, no deben ser cumplidas, ya que no pueden venir de Dios, que es justo. Los tiranos deben ser derrocados salvo que esto vaya a causar daños mayores como un gran derramamiento de sangre.
En cuanto a la organización de la sociedad, Tomás de Aquino establece 2 ciudades basándose en la obra “La ciudad de Dios”, de Agustín de Hipona. Por un lado, encontraríamos la ciudad celestial, formada por los que aman a Dios hasta despreciarse a sí mismos, donde reina la piedad, la justicia y la caridad. Por otro lado, la ciudad terrenal, formada por los que se aman a sí mismos hasta despreciar a Dios.
Las sociedades están formadas por una mezcla de ambas y los estados terrenales deben preocuparse porque todos los habitantes dispongas los bienes necesarios para vivir.
Para Tomás de Aquino, el fin último de las ciudades es un fin en sí mismo, la búsqueda de la paz. El ser humano es social por naturaleza y también por naturaleza busca la paz. Mientras que la ciudad terrenal busca la paz en sí misma, la ciudad celestial la busca como medio para alcanzar la paz eterna, la salvación.